El proceso de globalización del siglo XXI se ha caracterizado por la celeridad con que ocurren los cambios y por la importancia creciente que ha adquirido el conocimiento científico-técnico para el desarrollo de la sociedad, hasta el punto de hablar hoy, de una sociedad del conocimiento.
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La principal organización que genera conocimiento y desarrolla e innova tecnologías es la Universidad, por lo que durante las últimas décadas se han producido transformaciones y una evolución significativa en el modo de generación del conocimiento, buscando la satisfacción de necesidades presentes de la sociedad y la solución de problemas futuros, transformándose de una Universidad Formadora a una Universidad Emprendedora, expandiendo su papel, a través de una mayor interacción con las empresas y el Estado, aumentando de esta manera, su aporte a la sociedad.
La primera revolución académica ocurrió a finales del siglo XIX, a partir del momento en que se comenzó a institucionalizar y legitimizar la investigación en la universidad, dadas las crecientes necesidades de la industria; a mediados del XX se produce la segunda revolución académica, donde la universidad no solo integró la educación y la investigación, sino que capitalizó la investigación científica, transformándola en productos que pudieran ser utilizados, señalando que el papel central que la investigación universitaria tiene, en la innovación y el crecimiento económico, es el reflejo de un cambio en el paradigma económico, que en la actualidad ha pasado a ser un paradigma tecno-académico.
Teniendo en cuenta lo anterior, se puede decir que actualmente las funciones sustantivas de la universidad son la docencia o formación, que constituye la misión fundamental de una universidad y tiene el objetivo de satisfacer la necesidad inherente al ser humano de adquirir nuevos conocimientos; la función de investigación, que reproduce, crea y recrea el conocimiento, a partir de un conocimiento ya existente, garantizando la vitalidad de las universidades en el sentido de su actividad, aunado al debate de los diferentes tópicos del mundo académico, aportando alternativas de desarrollo mediante la reflexión y el análisis, y por último, la extensión universitaria como una nueva función, que le permite establecer vínculos con la sociedad a través de actividades mediante las cuales la Universidad se relaciona con la sociedad, las empresas y el Estado, esta función, llamada la tercera misión de las universidades tiene un carácter empresarial, que tiene una notable importancia en la identificación de las oportunidades tecnológicas ligadas a la comercialización de los resultados de la investigación y su posterior explotación mediante la asesoría y orientación a las empresas.
Las funciones antes mencionadas requieren que las universidades cuenten con un carácter universal, científico, corporativo y autónomo, que difunda la ciencia y se mantenga al servicio de la sociedad, ejerciendo formación en áreas como el emprendimiento, la innovación, el liderazgo y la responsabilidad social, ya que los conocimientos no solo se producen y transmiten, sino que se registran, se aplican, se patentan, se comercializan, se asocian, se exportan y se importan.
Este nuevo rol requiere por parte de la universidad, de mayor integración, interacción y dinamismo entre sus funciones sustantivas, la docencia, extensión e investigación, la materialización de conocimiento a través de la transferencia de tecnología y explotación de los resultados de investigación y la colaboración múltiple entre agentes económicos y sociales a través de acciones estratégicas, la participación activa en centros científicos y tecnológicos, así como el aumento de servicios y acciones de orientación y guía para fomentar la cultura emprendedora, impulsando la transferencia de tecnología que permite generar de forma armónica, un mayor desarrollo científico- técnico y económico.